
—Papá, no puedo darte la mano porque tengo que llevar la entrada. No puedo perderla, sino no me dejarán entrar al campo.
Hay brillo en sus ojos. Podría marcharme corriendo en dirección contraria que no se daría ni cuenta. Va caminando, con las dos manos al frente sujetando ese pedazo de papel que reza “RCD Mallorca – Albacete Balompié”, mirándolo fijamente. Cuando llegamos a los tornos, la persona de seguridad le indica muy educadamente cómo debe colocarlo para poder pasar. El código de barras justo aquí y verás que se pone una lucecita verde. ¿Ves? Ya puedes pasar.
Todavía nos quedan unas escaleras por subir para poder ver el campo. No sé el número de escalones, pero está tan nervioso que le escucho contar tan pronto como empezamos a avanzar. Diecinueve, veinte… Va agarrado a la barandilla con una mano. La otra sostiene con fuerza la entrada. Le animo a que me la dé para evitar una caída. Pero guárdala, papi, me dice. La guardo en el bolsillo con delicadeza y le animo a alzar la vista para que disfrute de la Serra de Tramuntana.
La ilusión se apodera de él cuando recibe un aplaudidor con el escudo del Mallorca. Todavía no se cree que vaya a ver su primer partido. Ya se respira mallorquinismo en el ambiente. Le pido que cierre los ojos y siga mis indicaciones. Le agarro los brazos, nos adentramos en la primera boca y empiezo el compás: paso, paso, paso, paso… Ahora, ábrelos. Continuar leyendo «Papá, quiero ser del Mallorca»